“No es que no me guste leer, es que son demasiadas páginas”. Éste es
uno de los comentarios más comunes que uno escucha cuando alguien dice que no
le gusta leer. El número de páginas, el grosor del libro, las horas que uno
debe pasar sentado pasando las hojas…, son algunos de los factores que hacen
parecer a la lectura un monstruo que mata de aburrimiento. Pero como en todo:
dentro de la literatura hay para cualquier gusto y, si de plano te cuesta mucho
estar horas leyendo, ¿qué te parece si mejor nos enfocamos en los cuentos?
A veces cuando uno oye
la palabra “cuento” se imagina lo que la abuelita nos leía antes de irnos a
dormir, es decir, cuentos infantiles. Pero eso es un gravísimo error. Los
cuentos son relatos cortos que pueden ir desde un par de oraciones hasta más de
40 páginas, y hay de todos los sabores: misterio, terror, aventura, romance, drama,
contemporáneo, etc.
Uno de los grandes
escritores de cuentos de terror y misterio fue Edgar Allan Poe, nacido en
Estados Unidos en 1809. Poe es reconocido a nivel mundial por su perfecto
manejo del lenguaje, las imágenes poéticas que utiliza en sus obras y el
cinismo que a veces ronda a los personajes de sus cuentos. Una de las mejores
colecciones de cuentos de Allan Poe se llama Narraciones extraordinarias,
un compendio de cuentos macabros llenos de suspenso, envueltos en paisajes
grises y rodeados de gélidas gotas de lluvia. Entre los mejores relatos de Poe
cabe destacar: “Berenice”, “El gato negro”, “Guillermo Wilson”, “El retrato
oval”, “La máscara de la muerte roja”, “El tonel de amontillado”, “El pozo y el
péndulo” y “El corazón delator”; sin poder dejar a tras el poema “El cuervo”.
Si prefieres leer de
todo un poco te recomiendo la antología Cuentos de amor, de locura y de
muerte (1917) de Horacio Quiroga, un escritor uruguayo del siglo XIX y
principios del XX que se suicidó, pero no sin antes dejarnos una vasta obra
literaria. En Cuentos de amor, de
locura y de muerte, Quiroga se enfoca principalmente en la vida en las
selvas del cono sur y nos narra, a través de lúgubres historias, sucesos de la
vida diaria. Entres los mejores relatos sobresalen: “La gallina degollada”, “El
almohadón de plumas”, “Una estación de amor”, “Los buques suicidantes” y “La
insolación”. Otras de sus grandes obras fueron: El crimen de
otro (1904), Historia de amor turbio (1908), Cuentos de la
selva (1918), El salvaje (1920), Las sacrificadas (1929), Anaconda
(1921), El desierto (1924), Los desterrados (1926), Pasado
amor (1929), Suelo natal (libro de lectura para niños, en
colaboración con Leonard Glusberg) y Más allá (1935).
Así que ya lo sabes, para la próxima
que empieces a pensar en la flojera que te da leer: no hay pretextos, son sólo
cuentos…
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